martes, 21 de junio de 2011

Sordos por el mundo


o el walkman, el mp3 y la madre que parió a los sordos en el autobús.

Cuando hace unos lustros apareció el walkman fue un gran invento -si alguien no sabe de qué estoy hablando que busque en el museo-. Ese aparato portátil permitía transportar tu música al tiempo que la escuchabas sin molestar a nadie. Con el tiempo surgieron infinidad de modelos de cascos, más o menos acertados, para escuchar en la intimidad de nuestros oídos y lo que mejor tenían estos aparatos es que sin conectar dichos cascos no podías escuchar nada. Así pues la gente iba a su bola pero a ti no te molestaba.

Al paso de los años surgió el mp3 para los ordenadores. Un formato de codificación de archivos de audio que nos facilitaba mucho la tarea para piratear los Cds -¿para qué nos vamos a engañar?-. Pero a las avispadas empresas tegnológicas se les ocurrió sustituir el walkman -ya nadie escuchaba cintas de música- por otro aparatito más pequeño aún pero con mucha más capacidad para escuchar dichos archivos mp3. Su nombre fue de lo más original «Mp3». Hasta ahí todo bien. Sin embargo la educación de la gente a cambiado -digamos que ha desaparecido- y en un alarde de grosería egoista es casi imposible hoy en día encontrarte con alguien que escuche su Mp3 sin propagar a su alrededor su música. Vamos, que siempre te están tocando los cojones con el ruidito de turno. Espero sinceramente que se queden sordos puesto que el volumen al que se ponen dichos aparatos tiene que ser brutal ¡porque todavía necesitan los cascos para escucharlos!

Luego con la aparición de los móviles de última generación la cosa se complica para el individuo que creció educado en el «no molestes y no serás molestado». Resulta que estos aparatos del demonio ya permiten escuchar música -a veces no es digno de ser llamado así- sin tener que conectar unos cascos. Dada esa ¿ventaja? además hemos pasado del hortera con transistor al niñato con móvil; que anda por las calles de tu ciudad con el móvil a volumen brutal compartiendo contigo -sin tu permiso- el Camela de turno o el regetón de las narices -nunca he visto un Heavy haciendo esto tú-.
De esta especie podemos encontrar dos tipos:
A- El niñato; que escucha de todo sin saber bien lo que le gusta, o define todavía, pero que mola ir en pandilla compartiendo la música que se escucha -mal escucha- en ese móvil tan guapo que tiene.
B- El suramericano; cuyo sentido de la educación se lo debió dejar en su país porque cuando llega aquí se comporta fatal con los demás. Estos tiran más al regetón -que seguro se escuchará muy bien en un buen sistema de música- que a otra cosa.

Encima a esta evolución acústica debemos añadir la irritante manía de las empresas creadoras de los cascos para los aparatitos de diseñarlos de tal forma que la música no sólo taladre el tímpano del portador sino que además contaminen su alrededor. De tal forma que ahora cuando entras en el autobus, metro, tranvía o vete tú a saber que transporte público vayas a usar, ya escuchas la música del capullo que está sentado al final del vehículo. Y eso cuando sólo es uno, que a veces se junta toda la estirpe toca pelotas y entre el grupito de niños que comparten su música en el móvil y el resto con los mp3 y sus casquitos de diseño se forma una molesta cacofonía digna del más riguroso estudio medio ambiental.

Así pues, si alguno perteneciente a esta estirpe tan molesta -¿pero es que no se dan cuenta lo mal que les mira la gente?- cae por aquí, antes de propagar su música en plan mecenas del arte por todos los rincones que se pregunte si alguien le ha pedido que comparta su dicha con él. Y si no que se meta el móvil o el mp3 por el culo y deje de darnos por el mismo.

1 comentario:

alcorze dijo...

Te suscribo cien por cien. El otro día había dos cuarentones del modelo 2 enel Lidl que me dieron ganas de mandarlos a la mierda ya que se oía el puto móvil y su música por todo el supermercado.

Menos mal que casi siempre voy caminando y no pillo transporte publico, porque me pongo malo.