viernes, 25 de agosto de 2017

2.10 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 2 p.10

«En donde el anciano mago continua explicando uno de los pasajes más oscuros de la historia. El origen de los juggers y de las Cañadas de Liorot.»



«El ejército asentado a los pies del baluarte rugía de impaciencia mientras que los juggers esperaban en silencio la orden de atacar. Vidom, el rey, alzó la mano y al bajarla una lluvia de flechas voló por encima del baluarte. Los magos crearon a tiempo unas pantallas deflectoras que pararon los proyectiles. Los “normales” arrojaban grandes piedras con sus catapultas obligando a los magos a dividir sus esfuerzos; mientras que unos debían mantener las pantallas otros arrojaban sobre los atacantes la furia de los elementos. Al final el ejército atacó con toda su furia intentando el asalto. Varios magos conjuraron mágicas criaturas para que les atacaran por los flancos: Golems, dragones, lobos de fuego, etcétera... mientras una ardiente lluvia caía sobre los humanos. Los juggers actuaron al unísono y montados en sus rojos corceles atacaron al invasor por el frente, sesgando cabezas sin descanso y formando una cuña que les llevó al corazón del ejército invasor. Por cada uno que caía decenas de ellos morían a sus pies. Tiempo después dirían que aquel día las deidades hermanas de la guerra, Ágata y Sark, luchaban entre sí en los cielos, pues su furia se podía sentir en el campo de batalla y la tierra bañada en sangre vibraba por la violencia del combate. En el cielo se podían escuchar las carcajadas de Nebra ensordeciendo el clamor de la batalla. »
«Pero treinta mil guerreros son muchos guerreros y la ventaja numérica aplastó toda resistencia y el dios Sark venció a su hermana Ágata, que furiosa en un último y desesperado intento lanzó una andanada de rayos que cayeron en el campo de batalla rasgando la tierra, quebrándola en mil pedazos, hundiéndola y alzándola caóticamente. Pues con tal fuerza los lanzó que donde antaño se levantaba el Baluarte Natural de Liorot se formaron las actuales Cañadas de Liorot. »
«El Rey Vidom, con su diezmado ejército, venció la batalla y pasó a cuchillo a todos los magos que encontró con vida. Separó las cabezas de sus cuerpos y las hizo clavar en estacas que a su vez ordenó que se situaran repartidas en las cañadas, como recuerdo y aviso de futuros enemigos. Durante diez días acamparon en las cercanías para poder buscar posibles supervivientes y cuando hubieron terminado levantaron el campamento para volver a sus hogares y llorar a sus muertos. Con el paso del tiempo aquel odio que provocó tal tragedia fue desapareciendo y los recuerdos de los acontecimientos olvidados. Sin embargo dos mil años han pasado desde entonces pero aun en nuestros tiempos perdura en los corazones de cada uno el amargo recuerdo de aquellos días y se atesora el cauto recelo y aversión hacia los magos. »
–Tus palabras tienen ecos de realidad, pues mientras narrabas tan viejos acontecimientos a mi mente asaltaban intermitentes recuerdos como si de una vieja historia se tratara, contada en los albores de mi juventud –dijo Ermis.
–Recuerdos horribles que no deseo volver a tener jamás –añadió Jhiral. Y todos los demás le secundaron en silencio.
–Han sido palabras duras de pronunciar, recuerdos que no hubiera querido desenterrar. Disculpadme pero era necesario para que entendierais a que nos hemos enfrentado.
–No te disculpes Sebral, viejo amigo. Ellos preguntaron primero –le tranquilizó El Errante.
–Cierto es –dijo Shárika–, pero si todos los magos fueron extinguidos dime Sebral, ¿cómo podéis justificar los magos vuestra existencia hoy en día?
El Errante rió y comentó:
–Tan preocupados habéis estado recordando los hechos, tan absortos con las noticias y visiones que os han creado que no le habéis escuchado.
–Cierto –atajó Sebral–, pues no he dicho que fueran todos exterminados. Algunos huyeron a tiempo a los reinos del sur llevándose sus secretos conocimientos con ellos.
–Entre ellos la creación de los juggers –comentó Jhiral mirando fijamente a Thomas. Como su compañero, sentía cierto reparo a tratar con los magos. «Seres traicioneros sedientos de poder», pensaban los dos. Pero no podía negar que les había ayudado cuando lo habían necesitado. ¿O se había ayudado a sí mismo?
A Shárika la noticia de tan extraordinario enemigo le preocupaba y deseaba saber como enfrentarse a él:
–¿Cómo derrotasteis al Juggernaut? –Pregu
ntó a El Errante.
–Jugger –corrigió él.
–Jugger.
–Con habilidad y destreza, mucha habilidad y mucha destreza. Atacando siempre al cuello, pues sólo así acabas con él. Los ataques al torso son prácticamente inefectivos y sólo cuando la cabeza es separada del cuerpo se puede decir que está vencido.
–Espero que no aparezca esta noche.
–No te preocupes. No aparecerá –la tranquilizó–, él no.
–Descansad pues. Jhiral y yo haremos la primera guardia.
–Muy bien. Despertadme para el cambio de guardia y haré el segundo turno.
Dicho esto se recostó en el suelo y protegido del frío con el calor de la lumbre concilió pronto el sueño imitando a Sebral.

viernes, 18 de agosto de 2017

2.9 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 2 p.9

«Terminaron las presentaciones. Tiempo ahora de explicaciones y de una vieja historia que afecta el presente.»


–¡Encender un fuego delataría nuestra posición y es un lujo que no podemos permitirnos! –Decía Shárika.
–En condiciones normales no lo discutiría pero estás en el Bosque Lubre y él ya sabe donde estáis. Esta noche hará frío y la luna quedará cubierta dentro de poco por las nubes que vienen del este. Nos quedaremos ciegos y helados como un témpano de hielo –rebatía el Errante–. Por cierto, ¿a quién se le ha ocurrido la feliz idea de salir del camino?
Shárika dejó de mirar las nubes. Se acababa de dar cuenta de que si bien en la aldea había tormenta una vez entraron en el bosque ésta desapareció al instante. Ahora se preguntaba si también había dejado de llover en la aldea o era sólo un efecto localizado en el bosque por algún tipo de magia o maldición. No supo contestar a la pregunta. Los interrogados se miraron buscando la respuesta en los demás.
–A todos y a ninguno. Tan cansados estábamos que sin pensarlo nos desviamos del camino por el sendero que llevaba a este claro –contestó Sebral. Y todos asintieron.
–¿Por qué sendero? –Preguntó el Errante–. Pues si antes había alguno –continuó irónicamente–, ahora no lo hay.
Sebral dirigió su mirada hacía el lugar por donde habían venido, imitado por los demás, y allí sólo había árboles. Ningún sendero comunicaba con el camino.
–Creo que lo mejor será hacer esa hoguera –claudicó Shárika–, y montar guardia por la noche.
Miró al Errante pidiéndole muda aprobación pero éste se limitó a sentarse cruzando las piernas junto a Sebral y decir:
–Yo haré la segunda guardia. Pues la lucha no ha sido fácil y necesito descansar un poco.
–Eso nos lleva al principio de la conversación ¿Qué es un jugger? –Quiso saber Thomas mientras recogía las ramas esparcidas por el claro sin atreverse a entrar en el bosque.
–¡Diles Sebral! –Dijo el Errante con una sonrisa–. Cuéntales los orígenes del jugger. Explícales uno de los episodios más vergonzosos de la raza humana. Aquellos terribles días de La Guerra del Exterminio. Cuando los humanos se alzaron en armas contra los magos acusándoles de todos los males del mundo cegados por su odio.
–¿Qué pasó? –Preguntó Thomas a Sebral.
–Sí. ¿Qué sucedió en la guerra esa? –Quiso saber Ermis.
Sebral miró a cada uno de los legionarios y por último posó su mirada en El Errante y con una mueca de disgusto accedió:
–Está bien. Acercaros a mí y os contaré lo que aconteció aquellos días nefastos en los que el cielo se tiñó de sangre y los dioses lloraron por la locura de los hombres.


«Los sucesos que os voy a contar ocurrieron hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven –empezó a narrar sin esperar a que se acercaran a él–, los magos vivían en plena armonía entre los humanos y nada indicaba que fuera a cambiar esta situación. Todos se beneficiaban de ello. Pero dentro de los magos existía una elitista clase de poderosos engreídos que pensaban que los magos debían gobernar el mundo  pues consideraban inferiores al resto, poco más que simples animales. También, por supuesto, ellos deberían mandar sobre los magos –añadió irónicamente.
»Durante años fue el tema de conversación en sus reuniones secretas y de vez en cuando alguno de ellos –los más jóvenes e intrépidos– se aventuraban a exponer sus perversas opiniones en alguno de los cónclaves en los que se reunían los magos de todos los reinos. Quiero hacer notar que estos cónclaves tenían estrictamente un carácter lúdico y de ninguna forma eran realizados para maquinar diabólicos planes de conquista, tal y como se les acusó poco después. Pese a que las señales indicaban que algo peligroso se estaba fraguando entre ellos la mayoría hizo caso omiso llevándoles así a su perdición.
»Los ocultos, pues así pasaré a llamarles a partir de este momento, hacían sus movimientos lentamente, sin prisa, pero con una gran precisión. Su plan durante tanto tiempo preparado empezaba a dar sus frutos. Al principio parecían hechos aislados, rebeliones de algún tipo, rescates de algún pueblo en apuros, la aniquilación de alguna bestia molesta. Todos ellos provocados por aquellos que luego eran ascendidos a la categoría de héroes del lugar en cuestión. Así lograban dominar parcialmente el lugar deseado consiguiendo un destacable poder político sobre la población. Poco a poco estos lugares se fueron multiplicando llegando a poseer un poder político tal que rivalizaba con el mismísimo rey, hasta tal punto que muchas veces alguno de estos magos pasaban a formar parte de su séquito de sabios consejeros. Por supuesto que este tipo de séquito poco a poco pasaba a estar plenamente formado por magos afines al plan.
»Cerca estuvieron de conseguir sus planes de conquista, pero un algún momento de estos el Rey Vidom (del antiguo reino de Alfo, ahora parte del reino de Ellodes) se percató de lo que estaba sucediendo. Aunque algunos historiadores afirman que fue Camop “el sabio”, mago al servicio de éste, y otros se deciden por Araicos “el justo”, un poderoso mago que por aquel entonces competía en fama y respeto con Camop.
–Abrevia –indicó el Errante–, que no tenemos toda la noche.
–En fin –continuó resignado–, la cuestión es que el plan salió a la luz y los reyes y gobernantes se reunieron con los magos que no apoyaban a sus compañeros. Se decidieron acciones y se firmaron alianzas entre los reinos para combatirles. Ésta fue la primera vez que los reinos del norte se aliaron para hacer frente a un enemigo común.
«Si bien es cierto que la guerra se libró en los campos de batalla lo que ningún historiador normal –ajeno a las artes mágicas– recoge en sus crónicas son las grandes luchas entre magos que se realizaron desde entonces: En cada poblado, esquina o callejón, los magos libraban cruentas batallas contra sus hermanos, la magia bullía en las cloacas y en el rincón más perdido del mundo. Grandes sacrificios se realizaron y muchos murieron para que los “normales” vivieran en paz y con su propia hegemonía. »
»Ésta, como ya he dicho, fue la primera vez que se reunieron para afrontar al enemigo común, pero poco después hubo otra vez, por un motivo más tétrico y perverso: el exterminio. Sucedió que después de la guerra los magos, insustituibles aliados sin los cuales ahora el mundo sería diferente a tal y como lo conocemos, fueron repudiados. La gente, ignorante de que les debían su libertad y su eterna gratitud, les culpaba de todos los males, desconfiando al principio de ellos para pasar paulatinamente a un odio visceral. Los magos debieron de huir de sus hogares para buscar refugio seguro en el destierro. La Universidad, en su eterna sabiduría –añadió irónicamente–, los juzgó culpables y alentó aun más en la medida de lo posible ese odio aconsejando la pronta y total erradicación de cualquiera que utilizara la magia. Debido a ello aquí y allá surgieron grupos dispuestos a cazar al mago de turno. “Grupos de Limpieza” se hacían llamar. La caza del mago se extendió como la peste y los reyes unidos nos declararon la guerra. Los “Grupos de Limpieza”, que hasta entonces actuaban solos, se supeditaron a las órdenes de éstos, organizándose y ejecutando una limpieza sistemática de los magos; provocando un éxodo masivo al sur de los reinos del norte, entre el Gran Desierto y el Bosque de las Amazonas; en el Baluarte Natural de Liorot. Ahí se hicieron fuertes; el árido desierto les protegía el flanco izquierdo y la ferocidad de las amazonas el flanco derecho, pues poseedoras de su costosa independencia no permitían que nadie cruzara su hogar. »
»Durante ese tiempo en el exilio los magos debatieron sobre la mejor solución posible al conflicto; no faltaba quien deseaba venganza de la persecución a la que se habían visto sometidos pero esas voces se acallaron frente a las protestas de otros que no podían soportar la idea de convertirse en aquello contra lo que tres años atrás habían luchado. Entre otras decisiones que se tomaron una de ellas fue la creación de los juggers; soldados creados con la síntesis de la magia y la alquimia partiendo de desechos humanos. Las decisiones fueron llevadas a cabo con prontitud y celeridad y cuando un poderoso ejército de treinta mil hombres llegó a orillas del baluarte quinientos juggers habían sido creados. »

domingo, 13 de agosto de 2017

2.8 El Errante: las bestias de la guerra . Episodio 2 p.8

Nuevo turno "lo siento" y pedir disculpas. Por motivos de disponibilidad de fibra no fue posible la publicación semanal del fin de semana anterior. Toca pues intentar resarciros con un bocado más grande de lo habitual. Espero lo disfrutéis.


«Un claro en el bosque, tiempo de descanso, curar heridas y presentaciones»

A partir de entonces anduvieron vigilantes con los ojos clavados en la negrura del bosque mas nada más vieron hasta que el cansancio hizo mella en sus fuerzas y su animó se volcó en localizar un buen sitio para descansar. Al poco rato un claro en el bosque a pocos pasos del camino se les ofreció a sus anhelantes ojos y por unánime decisión se dirigieron a él para acampar tras la larga marcha. «Gracias a Vela.», rezó Jhiral dejando cuidadosamente a Saera en el suelo. Presto Sebral se inclinó junto a ella para volver a examinar su pierna con más detenimiento: –Creo que podré curarla, al igual que tu herida Thomas. Pero mi poder se debilitará demasiado hasta llegar a un punto que sólo podré realizar hechizos menores –explicó al resto que se encontraba expectante–. Y creo que lo necesitaremos en este lugar –dijo mirando alrededor.
Los legionarios miraron a su sargento esperando sus órdenes.
–Una princesa coja no será de mucha ayuda en la huida –reflexionó en voz alta–. Deberemos movernos rápidamente para no ser capturados por lo que si puedes hacer algo hazlo. Que de velar por nuestras vidas nos ocuparemos nosotros y si se ha de luchar... ¡Por El Primero que venderemos cara nuestra piel sea hombre o demonio!
Sebral asintió con un gesto de la cabeza. Posó su mano izquierda delicadamente sobre el hueso roto de la princesa y una luz blanquecina apareció entre sus dedos al tiempo que musitaba un hechizo de curación. La luz desapareció dando paso a las sombras y Sebral dijo: –Ya está hecho. Ahora tú Thomas –y se levantó para posarse junto al legionario herido. Con manos más hábiles que lo que se podría juzgar por su edad el anciano le quitó la bota para inspeccionar mejor la herida. El surco de una quemadura le rodeaba la parte superior del tobillo izquierdo–. Al parecer la planta no sólo te quería comer. Si no que además quería hacerlo a la parrilla. Tranquilo –calmó al ver el gesto de preocupación del herido–. Pasará pronto –repitió la operación con el legionario y su dolor dio paso a la calma.
–Ahora he de descansar. Pues mis fuerzas me mantienen escasamente en pie y mis poderes dependen demasiado de éstas –dijo sentándose junto a Saera.
–Descansa pues anciano. Poderosos son tus poderes y grande ha sido tu ayuda. Tienes bien merecido el reposo. Como ya dije antes; nosotros nos ocuparemos de velar por el resto. Pero antes de todo una pregunta ruego me respondas. ¿Quién o qué era esa cosa que nos atacó en Minwin? Pues por Seanil, diosa de la sabiduría, que parece ser que sospechas o sabes algo que nosotros desconocemos y podría sernos de gran ayuda –preguntó Shárika de pie frente a él.
–Como bien deduces algo sé. O mejor sería decir que algo sospecho, pues cierta vez leí algo sobre el guerrero rojo que hoy nos ha encontrado –dijo intentando recordar–. Es un ...
–Jugger –terminó otra voz sorprendiendo a los presentes. Al unísono los legionarios desenvainaron de nuevo sus armas y formaron un muro infranqueable para repeler el ataque, ignorando sus fatigas. En la oscuridad una figura se perfilaba entre las sombras. Un encapuchado se dirigía tranquilamente hacia ellos –Podéis envainar las espadas pues no es de mí de quien debéis esperar ataque alguno –advirtió.
Shárika reconoció en la figura al extraño que les había ayudado en la aldea y consintió a envainar su arma tras un gesto de asentimiento de Sebral.
–¡Descubríos! Pues necesitamos ver el rostro de la persona a quien tanto hemos de agradecer. Aunque quizás, al igual que nosotros, tengáis algo que ocultar.
–Lo que tengo de ocultar no os lo enseñare a vosotros pero eso no me impide mostrarme a la luz con la cara descubierta –y avanzó a ella, a la luz de la luna, descubriéndose el rostro con movimientos lentos y suaves. Pues los otros tres legionarios no habían guardado sus armas y el peligro no había pasado aún–. Y he de decir que es un placer comprobar que en la Escuela todavía imparten clases de cortesía a la vez que estrategia militar. –Y ante ella se desveló una cara antaño bella pero ahora marcada por la edad y las penurias de múltiples batallas: Un parche le cubría el ojo izquierdo del cual surgía una cicatriz; unas pobladas cejas morenas hacían juego con una negra barba de cuatro días. Una hermosa melena morena descansaba sobre sus hombros. Era una faz sonriente con un velo de preocupación.
–¿Quién sois vos? –Preguntó autoritaria. Mientras los tres legionarios rodeaban al recién llegado. El extraño rompió en una gran carcajada sorprendiendo a los soldados y cuando terminó dijo: –¿Por qué no se lo contestas tú Sebral, hijo de Seb? –todavía risueño.
Entonces los legionarios volvieron sus rostros en dirección al interpelado. Y Sebral al ver sus caras de sorpresa rió también. Con tanta alegría que el temor de todos se disipó como la lluvia limpia los residuos de la calle y la polución de las fraguas en las grandes ciudades.
–Caballeros –empezó a decir–, tienen ante ustedes a una leyenda viva. La cual responde a nombre de El Errante, también conocido por otros muchos nombres que no diré ni aquí ni ahora.
El silencio producido por la sorpresa fue quebrado por Jhiral que dijo:
–Lo veis. Ya os dije que era verdad –emocionado.
Mas el resto de los legionarios no acertaba a hablar y se limitaban a mirar al Errante con mudo estupor.
–Afortunadamente la princesa Saera está sumida en un profundo sueño. De lo contrario saltaría emocionada sobre ti –explicó Sebral–, pues ha oído demasiadas historias tuyas en palacio para tan corta edad.
El Errante le escuchó con una sonrisa en el rostro y después de abrazarle se dirigió a los otros:
–A Sebral, sabio consejero del rey, y a Saera, hija y heredera de él, ya los conozco –explicó–. ¿Quiénes sois que acompañáis a tan ilustres personajes por tan oscuros caminos? Pues sólo una de vuestras caras me es conocida. –Dijo deteniéndose enfrente de Shárika–. Y ese eres tú –señalando con un gesto de su mano izquierda a Ermis.
–Soy Ermis, de Cornayes –indicó orgulloso.
–De Cornayes, ¿eh? –Dijo meditabundo–. Que eres legionario se ve a simple vista mas tu cara me es conocida, pero no consigo recordar porqué.
–He estado siete meses en la frontera con los reinos del norte y tres meses en Trípemes.
–En Trípemes –repitió el Errante iluminado–. Entonces eres uno de los cuatro supervivientes de la incursión... ¿Cómo la llamasteis? Vosotros en la Legión le dais nombre a cada batallita en la que os veis envueltos por insignificante que ésta pueda parecer al resto del mundo.
–¡La Tercera!
–La Tercera. Supongo que la razón para tan curioso nombre es que fue la tercera incursión en los suburbios de la ciudad –dijo cavilando solo–. Sí, la recuerdo bien. ¿Supongo bien al deducir que eres uno de los cuatro supervivientes?
–¿Estuviste ahí? Entonces... ¿Por qué no nos ayudaste? –Preguntó enfadado.
–¡Pero sí lo hice! –Contestó el Errante–. Estás vivo. ¿No es así?
Ermis se quedó perplejo ante la contestación. En su interior empezó a recordar los aquellos angustiosos momentos en que huían por los callejones esquivando flechas y enemigos por igual. Oculto en un rincón de su memoria encontró el vago recuerdo de ver como los enemigos caían abatidos desde las ventanas de una de las casas. Sólo un recuerdo vago que hasta ahora no había tenido importancia. Perdido como estaba buscando por los laberintos de su mente no se percató del resto de las presentaciones y cuando acabó su búsqueda encontró a Shárika discutiendo con el Errante.