viernes, 18 de agosto de 2017

2.9 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 2 p.9

«Terminaron las presentaciones. Tiempo ahora de explicaciones y de una vieja historia que afecta el presente.»


–¡Encender un fuego delataría nuestra posición y es un lujo que no podemos permitirnos! –Decía Shárika.
–En condiciones normales no lo discutiría pero estás en el Bosque Lubre y él ya sabe donde estáis. Esta noche hará frío y la luna quedará cubierta dentro de poco por las nubes que vienen del este. Nos quedaremos ciegos y helados como un témpano de hielo –rebatía el Errante–. Por cierto, ¿a quién se le ha ocurrido la feliz idea de salir del camino?
Shárika dejó de mirar las nubes. Se acababa de dar cuenta de que si bien en la aldea había tormenta una vez entraron en el bosque ésta desapareció al instante. Ahora se preguntaba si también había dejado de llover en la aldea o era sólo un efecto localizado en el bosque por algún tipo de magia o maldición. No supo contestar a la pregunta. Los interrogados se miraron buscando la respuesta en los demás.
–A todos y a ninguno. Tan cansados estábamos que sin pensarlo nos desviamos del camino por el sendero que llevaba a este claro –contestó Sebral. Y todos asintieron.
–¿Por qué sendero? –Preguntó el Errante–. Pues si antes había alguno –continuó irónicamente–, ahora no lo hay.
Sebral dirigió su mirada hacía el lugar por donde habían venido, imitado por los demás, y allí sólo había árboles. Ningún sendero comunicaba con el camino.
–Creo que lo mejor será hacer esa hoguera –claudicó Shárika–, y montar guardia por la noche.
Miró al Errante pidiéndole muda aprobación pero éste se limitó a sentarse cruzando las piernas junto a Sebral y decir:
–Yo haré la segunda guardia. Pues la lucha no ha sido fácil y necesito descansar un poco.
–Eso nos lleva al principio de la conversación ¿Qué es un jugger? –Quiso saber Thomas mientras recogía las ramas esparcidas por el claro sin atreverse a entrar en el bosque.
–¡Diles Sebral! –Dijo el Errante con una sonrisa–. Cuéntales los orígenes del jugger. Explícales uno de los episodios más vergonzosos de la raza humana. Aquellos terribles días de La Guerra del Exterminio. Cuando los humanos se alzaron en armas contra los magos acusándoles de todos los males del mundo cegados por su odio.
–¿Qué pasó? –Preguntó Thomas a Sebral.
–Sí. ¿Qué sucedió en la guerra esa? –Quiso saber Ermis.
Sebral miró a cada uno de los legionarios y por último posó su mirada en El Errante y con una mueca de disgusto accedió:
–Está bien. Acercaros a mí y os contaré lo que aconteció aquellos días nefastos en los que el cielo se tiñó de sangre y los dioses lloraron por la locura de los hombres.


«Los sucesos que os voy a contar ocurrieron hace mucho tiempo, cuando el mundo era joven –empezó a narrar sin esperar a que se acercaran a él–, los magos vivían en plena armonía entre los humanos y nada indicaba que fuera a cambiar esta situación. Todos se beneficiaban de ello. Pero dentro de los magos existía una elitista clase de poderosos engreídos que pensaban que los magos debían gobernar el mundo  pues consideraban inferiores al resto, poco más que simples animales. También, por supuesto, ellos deberían mandar sobre los magos –añadió irónicamente.
»Durante años fue el tema de conversación en sus reuniones secretas y de vez en cuando alguno de ellos –los más jóvenes e intrépidos– se aventuraban a exponer sus perversas opiniones en alguno de los cónclaves en los que se reunían los magos de todos los reinos. Quiero hacer notar que estos cónclaves tenían estrictamente un carácter lúdico y de ninguna forma eran realizados para maquinar diabólicos planes de conquista, tal y como se les acusó poco después. Pese a que las señales indicaban que algo peligroso se estaba fraguando entre ellos la mayoría hizo caso omiso llevándoles así a su perdición.
»Los ocultos, pues así pasaré a llamarles a partir de este momento, hacían sus movimientos lentamente, sin prisa, pero con una gran precisión. Su plan durante tanto tiempo preparado empezaba a dar sus frutos. Al principio parecían hechos aislados, rebeliones de algún tipo, rescates de algún pueblo en apuros, la aniquilación de alguna bestia molesta. Todos ellos provocados por aquellos que luego eran ascendidos a la categoría de héroes del lugar en cuestión. Así lograban dominar parcialmente el lugar deseado consiguiendo un destacable poder político sobre la población. Poco a poco estos lugares se fueron multiplicando llegando a poseer un poder político tal que rivalizaba con el mismísimo rey, hasta tal punto que muchas veces alguno de estos magos pasaban a formar parte de su séquito de sabios consejeros. Por supuesto que este tipo de séquito poco a poco pasaba a estar plenamente formado por magos afines al plan.
»Cerca estuvieron de conseguir sus planes de conquista, pero un algún momento de estos el Rey Vidom (del antiguo reino de Alfo, ahora parte del reino de Ellodes) se percató de lo que estaba sucediendo. Aunque algunos historiadores afirman que fue Camop “el sabio”, mago al servicio de éste, y otros se deciden por Araicos “el justo”, un poderoso mago que por aquel entonces competía en fama y respeto con Camop.
–Abrevia –indicó el Errante–, que no tenemos toda la noche.
–En fin –continuó resignado–, la cuestión es que el plan salió a la luz y los reyes y gobernantes se reunieron con los magos que no apoyaban a sus compañeros. Se decidieron acciones y se firmaron alianzas entre los reinos para combatirles. Ésta fue la primera vez que los reinos del norte se aliaron para hacer frente a un enemigo común.
«Si bien es cierto que la guerra se libró en los campos de batalla lo que ningún historiador normal –ajeno a las artes mágicas– recoge en sus crónicas son las grandes luchas entre magos que se realizaron desde entonces: En cada poblado, esquina o callejón, los magos libraban cruentas batallas contra sus hermanos, la magia bullía en las cloacas y en el rincón más perdido del mundo. Grandes sacrificios se realizaron y muchos murieron para que los “normales” vivieran en paz y con su propia hegemonía. »
»Ésta, como ya he dicho, fue la primera vez que se reunieron para afrontar al enemigo común, pero poco después hubo otra vez, por un motivo más tétrico y perverso: el exterminio. Sucedió que después de la guerra los magos, insustituibles aliados sin los cuales ahora el mundo sería diferente a tal y como lo conocemos, fueron repudiados. La gente, ignorante de que les debían su libertad y su eterna gratitud, les culpaba de todos los males, desconfiando al principio de ellos para pasar paulatinamente a un odio visceral. Los magos debieron de huir de sus hogares para buscar refugio seguro en el destierro. La Universidad, en su eterna sabiduría –añadió irónicamente–, los juzgó culpables y alentó aun más en la medida de lo posible ese odio aconsejando la pronta y total erradicación de cualquiera que utilizara la magia. Debido a ello aquí y allá surgieron grupos dispuestos a cazar al mago de turno. “Grupos de Limpieza” se hacían llamar. La caza del mago se extendió como la peste y los reyes unidos nos declararon la guerra. Los “Grupos de Limpieza”, que hasta entonces actuaban solos, se supeditaron a las órdenes de éstos, organizándose y ejecutando una limpieza sistemática de los magos; provocando un éxodo masivo al sur de los reinos del norte, entre el Gran Desierto y el Bosque de las Amazonas; en el Baluarte Natural de Liorot. Ahí se hicieron fuertes; el árido desierto les protegía el flanco izquierdo y la ferocidad de las amazonas el flanco derecho, pues poseedoras de su costosa independencia no permitían que nadie cruzara su hogar. »
»Durante ese tiempo en el exilio los magos debatieron sobre la mejor solución posible al conflicto; no faltaba quien deseaba venganza de la persecución a la que se habían visto sometidos pero esas voces se acallaron frente a las protestas de otros que no podían soportar la idea de convertirse en aquello contra lo que tres años atrás habían luchado. Entre otras decisiones que se tomaron una de ellas fue la creación de los juggers; soldados creados con la síntesis de la magia y la alquimia partiendo de desechos humanos. Las decisiones fueron llevadas a cabo con prontitud y celeridad y cuando un poderoso ejército de treinta mil hombres llegó a orillas del baluarte quinientos juggers habían sido creados. »

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