miércoles, 18 de octubre de 2017

3.3 El Errante: las bestias de la guerra. Episodio 3 p.3

«La oscuridad ha vuelto al bosque maldito volviendo a la normalidad. No es seguro apartarse del camino. Pues mortales criaturas esperan en el abrigo de la espesura.»



–¿Por qué es más normal? –Preguntó Shárika.
–Estáis en el Bosque Lubre, nunca los rayos del Sol habían bañado estos árboles. Hasta hoy.
–Magia –dijo Thomas escupiendo la palabra.
–Sí. Y de la peor que puedas encontrar –le dijo el Errante.
–¿Hay algún tipo de magia buena? –Le contestó Thomas irónicamente.
–Puedes andar, ¿no? –Le respondió Saera.
–Disculpad pero has dicho hasta ahora. ¿Y por qué hoy sí? –Le preguntó Ermis al Errante.
–¿Un gesto de buena voluntad? –Más que respuesta fue pregunta.
–Supongo que sí –la respondió Sebral–. Pero continuemos. No deseo permanecer en este lugar más tiempo del imprescindible.
Pese a la oscuridad el camino permanecía inmutable sin ofrecer dificultad alguna. Y a lo largo de él los silenciosos soldados custodiaban el trayecto a seguir, dispersos entre los árboles.
Sebral se acercó un poco más al Errante para poder gozar de cierta intimidad.
–Dime, ¿y tú como te encuentras viejo amigo? Pues ayer la noche estaba muy avanzada y el peso del cansancio caía sobre mi ya anciano cuerpo, pero ahora fortalecido después de un merecido sueño mi boca se aligera y deseo conocer. Un velo de tristeza ensombrece tu rostro. ¿Qué os preocupa?
–Por lo que veo tu edad no ha disminuido tu capacidad de observación –respondió el Errante taciturno–. Muchas calamidades aquejan a este mundo en esta hora. La vuestra y la mía son sólo parte de ellas.
El anciano no dijo nada por un tiempo.
–Oye. Cuando nos encontramos ayer en la taberna, ¿fue casualidad o nos estabas esperando?
–Os esperaba. Sabía que tomaríais el camino del sur, por ser el más seguro, y que podríais tener problemas. Aunque no esperaba que los tuvierais tan pronto.
–¿Lo dices por esos soldados?
–No. Estoy seguro que no habrían supuesto mucho problema. Vosotros dos vais bien protegidos con los legionarios.
–Gracias –dijo Shárika, que aún yendo delante no pudo evitar oír el halago.
–De nada. Fue el jugger lo que me hizo actuar.
–¿El jugger? Apareció después –comentó Shárika extrañada.
El Errante miró a Sebral y en su rostro vio muda complicidad.
–Lo oí –dijo el Errante como explicación.
–¿Desde la taberna? Lo dudo.
Sebral esbozó una sonrisa que fue correspondida por el Errante.
–Dúdalo si quieres. No importa. Lo que sí importa es el origen del jugger.
–Creo ver tus pensamientos. Sylvania, ¿verdad? –Preguntó Sebral.
–Sí. Todo indica que fue ella.
–Sólo ahora se atrevería a algo así. Debemos de...
–Debéis salir del bosque y completad vuestro viaje –interrumpió el Errante–. Tal vez el Rey de Lican os ayude y os dé cobijo.
–¿Cómo sabes a donde nos dirigimos? –Preguntó Shárika extrañada.
¬–Lo sé, y eso debería bastar.
–Has dicho: “Debéis salir del bosque y completad vuestro viaje”. ¿Debo suponer pues que no vendrás con nosotros? – Preguntó Sebral.
–Begor sabe que me gustaría, pero otros asuntos reclaman ahora mi atención.
–¿No nos ayudarás? –Preguntó Shárika sorprendida.
–No. Os acompañaré hasta el final del bosque pero luego nuestros caminos se deberán separar. Yo partiré al oeste, y vuestro destino está en el este.
–Pe... pero. Yo esperaba que... –Interrumpió Saera que había estado escuchando.
–No princesa –le dijo el Errante en el tono más afable que pudo encontrar –. Como ya he dicho tengo cosas urgentes que hacer. Quizás más adelante, sólo Seanil lo sabe.
–¿Y qué son esas cosas tan urgentes si se puede saber? –Preguntó rabiosa.
–No se puede saber.
Sebral apartó un poco a la princesa para decirle:
–No puedes tratar de obligarle. Él ya ha hecho su decisión y debemos respetarla.
–No quiero –le contestó.
–Pues debes. Y enfadarte no te servirá de nada –le reprochó con el semblante más serio que pudo encontrar–, te recuerdo que ya no estás en palacio.

No hay comentarios: