viernes, 12 de enero de 2018

6.1 El Errante: las bestias de la guerra. Ep.6.1


En donde nos dejamos de relatos pretéritos y volvemos a la actualidad en la frontera. Mientras, Sylvania sigue sus experimentos de magia y alquimia para conseguir el soldado definitivo.

6-Trípemes



«...y esa es la autentica historia de lo que sucedió en ese bosque. Después de pensarlo detenidamente no creo que mi aportación hubiera variado mucho al desenlace de los acontecimientos; pues parecía ser que los lobos ya habían tomado cartas en el asunto y se dirigían a realizar lo mismo que yo había empezado.
»Espero que el relato os haya gustado y que mi narración no haya resultado demasiado monótona –dijo disculpándose por su falta de talento. 
Pero todos estaban absortos por sus palabras ajenos al resto del campamento hasta que el grito de un vigilante les sacó de sus abstracciones.
–¡Ya llegan señor! 
El Errante dirigió la vista a Katel, el vigilante de la muralla, y como una flecha corrió hacia la torre en busca del durmiente Lord Xeos.
–¡Despertad! –Le ordenó–. Las tropas que pediste se acercan por el este mientras os debatís entre el sueño y la apatía.
–¿Cómo decís? 
–¡Arriba si no quieres perder el mando de tus tropas, estúpido patán! –Le gritó mientras le zarandeaba.
–Está bien, está bien. Ya está –dijo desasiéndose del Errante.
–Muy bien –le dijo mientras le observaba severamente–. Entonces me voy.
–¿Te vas? –Le preguntó todavía incrédulo.
–Eso mismo. Ahora te toca a ti mantener el puesto, es la hora de la verdad. A partir de ahora todas tus decisiones serán de vital importancia para las vidas de aquellos que están a tu cargo. Afronta éste con la mayor de las responsabilidades y hazte merecedor del título que tan pavoneantemente ostentas.
Al susurro de unas arcanas palabras un aro de luz azul apareció a la derecha del Errante. 
–Qué Sark os guarde –le deseó al noble al tiempo que se internaba por el portal mágico.



Sylvania sonreía de satisfacción. Aunque sus siervos del pozo retrocedían al verla sonreír, tropezándose algunos con otros, estaban equivocados. Lo que ellos entendían por diabólico no era más que la marca de una sonrisa de satisfacción forzada por el cansancio y la dificultad reinante en el subsuelo para respirar. Si bien su bello rostro se encontraba rasgado por el agotamiento ella se encontraba radiante de alegría; había invertido muchas horas de estudio, pruebas y más pruebas infructuosas para obtener su propósito. Ella sola había logrado modificar el proceso de creación del jugger, un proceso invariable durante cientos de años, para obtener un jugger más independiente pero igual de eficiente y leal que sus predecesores. Esa autonomía permitiría a Sylvania crear todo un ejército de juggers. Un ejército invencible.
Entre forzosos respingos se mantenía de pie observando el pastoso caldo amarillo que contenía el pozo. El jugger debería aparecer justo ahora. 
No aparecía.
Pacientemente esperó. Grandes cascadas de caldo ardiente caían directamente de la superficie para alimentar el pozo. Otras, más pequeñas pero también más numerosas, caían de distintas tuberías que surgían de diferentes alturas de la rocosa pared atravesando las más grandes. El continuo torrente producía un estruendo ensordecedor que impedía cualquier conversación obligando el mutismo. Enormes columnas de vapor emanaban del pozo hasta ocultar el manto de estrellas.
Y ella esperaba.
–¡Ahí! –Gritó a través del ruido. Y sus sirvientes más cobardes huyeron aterrados por el grito.
De la superficie del burbujeante caldo una atlética figura surgía lentamente; como si fuera alzada por una gigantesca mano la criatura alcanzó la superficie del caldo. Alzó la cabeza y entre su mojado y enmarañado pelo miró a su ama. Sylvania le esperó en silencio. El jugger se acercó lentamente hacia ella, paso a paso, andando por la superficie del caldo. Al llegar a ella la figura se arrodilló y Sylvania gritó por su triunfo helando la sangre del resto de los sirvientes presentes.
Todos los juggers anteriores habían necesitado la guía de su ama para los primeros pasos pero éste no, ya no. Lo había conseguido.
–Prepararlo para la batalla –ordenó al maestro armero, que esperaba pacientemente a sus espaldas.

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